La
diosa Noctiluca llora por dentro. Se oxida con la humedad salada de su llanto.
Pero en su hierático rostro muestra una férrea mirada hacia el mar. Así lo
quiso Pimentel, quien con sus manos inquietas la modeló con caricias certeras.
Y de tanto no llorar por fuera fue sintiendo un dolor en el pecho que se volvió
emoción desenfrenada. Y fue entonces cuando se convirtió en espeto, ensalada de
pimiento y boquerones al limón. Para ser devorada, cada verano, por forasteros
hambrientos de diosas que apaciguan el dolor que todos llevamos dentro.
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